«La Conexión Española de J.R.R. Tolkien. El tío Curro.»
Selección de fragmentos.



[PREFACIO]
De lo que no cabe duda, y es un hecho apenas significado entre los biógrafos y estudiosos de Tolkien, es el de la intensa relación que compartieron a lo largo de sus vidas, casi como si hubieran sido padre e hijo biológicos. Se ha destacado mucho el contacto de ambos durante los primeros años del autor pero, sin embargo, a partir de su mayoría de edad, Morgan apenas es citado. No obstante eso no significa que su vínculo cesara o se atenuara, por ejemplo por alguna clase de animadversión hacia él debido a su temprana oposición a la relación sentimental entre Tolkien y su futura esposa.
En los años de Leeds, la época en que Tolkien obtuvo su primera plaza como profesor universitario, Morgan fue un visitante habitual de los Tolkien, al igual que durante primeros años treinta del siglo XX en que los visitó con frecuencia en Oxford, quedando incluso ilustrativos testimonios de esta época por parte de la propia hija de J.R.R. Tolkien, Priscilla, que recuerda diversas anécdotas familiares con Morgan como protagonista.
Más aun, apenas se ha indagado en la relación de Tolkien con España, y es curioso constatar como, utilizando de nuevo a Pricilla Tolkien como fuente, incluso tras la muerte de Morgan su influencia se dejó notar en Tolkien, para quien la Guerra Civil Española “supuso una gran sombra sobre su vida” en buena medida acrecentada por su desasosegadora sensación de lo terrible que el conflicto hubiera resultado para su tutor, si éste hubiera vivido para ser testigo de él.
En otro orden de cosas, en este trabajo se revelará igualmente como Francis Morgan procedía por parte española de una familia con unos significados antecedentes en el mundo de las letras, lo que sin duda le aportó un poso intelectual que, aun de forma indirecta, llegó sin duda a Tolkien.
Además, su universo personal es mucho más amplio del que se asume unánimemente y porciones de su riqueza vital también debieron transmitirse a Tolkien. Al profundizar en su biografía nos encontramos ante alguien cuya vida se desarrolló entre dos mundos: por un lado Inglaterra hacia donde le condujo su vocación y donde era el Padre Francis Morgan, por otro, Andalucía, su Puerto de Santa María natal, soleado y alegre, refugio vacacional y referencia vital, donde era Curro Morgan, o simplemente “El tío Curro”, que es cura en Inglaterra.
Por ello, para poder comprender su figura y su influencia, se hace necesario tratar de reconstruir su trayectoria vital, lo que, en cierto modo, significa componer, en un viaje a través del tiempo, un puzzle de piezas dispersas entre España y el Reino Unido.


Con su hermano Augusto, a mediados de los años 20. Archivo Osborne.



[LA VOCACIÓN]
Sin embargo también otros acontecimientos de particular relevancia personal para Morgan tuvieron lugar en aquel periodo. Puede que el más significativo fuera su visita a Roma a principios de 1880 acompañando al Padre John Norris, por entonces Padre Prefecto de la Escuela. Ambos fueron recibidos en audiencia privada por el Papa León XIII. Norris describió la visita en una carta a Newman recogida en los diarios de éste:
Se nos concedió una audiencia –y menuda audiencia– Tuvimos al Papa para nosotros durante 10 minutos en su pequeña habitación y ambos salimos contentos y encantados con la bondad del Santo Padre y su condescendencia y todavía más alegres por su evidente amor hacia usted.

Tras el regreso de Roma ambos, Norris y Morgan (éste como sacristán y asistente), acompañaron a Newman del 8 al 15 de mayo a Norfolk House, la casa del Duque de Norfolk en Londres, en lo que vino a ser un homenaje de toda la sociedad británica (y no sólo la católica) a su designación como Cardenal. La casa permaneció abierta a los visitantes durante toda aquella semana y algunos días se llegaron a registrar cuatrocientas visitas.
Durante los años que siguieron Francis Morgan siguió desempeñando su papel de novicio hasta que finalmente fue ordenado sacerdote el 4 de marzo de 1883 e ingresó en la Comunidad de Oratorio poco después, el 25 de mayo de ese mismo año.


[EL ROMANCE]
Durante sus primeros años en Oxford, su relación interrumpida con Edith continuó viva en su corazón. Puede que, debido a la separación, el vínculo entre los jóvenes se hiciera más fuerte y, al mismo tiempo, la distancia les ayudó a madurar. Hay quienes piensan (incluso el mismo Tolkien llegó a afirmar algo en este sentido) que la firmeza de Morgan no hizo sino convertir un amor juvenil, probablemente pasajero, en una relación profunda fortalecida por la distancia.
No ha sido demasiado significado, en todo caso, el hecho de que Morgan aceptó sin oposición la reanudación de las relaciones entre los jóvenes en el momento en que ésta tuvo lugar. John y Pricilla Tolkien (el mayor y la menor de los hijos del futuro matrimonio) recuerdan como sus padres les referían que durante los años de estudiante de Tolkien, Francis Morgan ocasionalmente viajaba en tren desde Birmingham para visitarle en Oxford y, a veces, era acompañado por Edith. El maduro sacerdote ejercía, de alguna manera, como vigilante de la joven, aunque siempre en consonancia a su particular manera de proceder. Por ejemplo relatan como durante uno de estos viajes se empeñó en bajar en la ciudad de Banbury, una de las paradas del trayecto, para comprar Banbury Cakes, unos pastelitos algo grasientos, típicos de aquella población y que debido precisamente a su pringosidad provocaron ciertos problemas durante el viaje.
Pero por encima de estos hechos, la prueba de lo que, ya por aquel entonces, significaba la figura del Padre Francis Morgan para Tolkien hay que buscarla en su vicio secreto: la creación de lenguajes. En 1917, en plena guerra, el futuro autor comenzaba a vislumbrar el camino de lo que serían las obras que le conducirían a la fama. Uno de sus primeros mimbres lo constituye la concepción de los proto-idiomas que se convertirían, años después, en sus lenguas élficas. Dos de sus primeros intentos son el gnómico y el qenya. En el léxico gnómico aparece una curiosa entrada:
Faidron o Faithron = Francis

Se trata, sin demasiadas dudas, de un homenaje a su tutor, ya que las palabras corresponden a un nombre propio (sólo los nombres propios se señalan con mayúsculas en el léxico gnómico) y el signo = se utiliza para equiparar nombres en distintos idiomas. Esta clase de guiños literarios no era infrecuente en la época temprana del desarrollo del universo de ficción de Tolkien y la aparición de Francis en el léxico gnómico no es tan singular como podría parecer.
En varios manuscritos contemporáneos aparecen personajes que se corresponden con personas reales importantes en la familia de Tolkien (en el léxico qenya aparecen Lirillo o Noldorin, Amillo y Erinti que son representaciones de Ronald, Hilary y Edith, respectivamente). Lo que sí que llama la atención es que los significados de estos nombres élficos suelen contener alguna metáfora significativa. En el caso de los nombres Faidron y Faithron existe una relación evidente con las entradas que aparecen junto a ellos en el léxico gnómico:
fair libre, sin restricciones
faidwen libertad
faith libertad
faithir libertador, Salvador

Relacionar a Francis con estos términos es todo lo contrario de lo que cabría esperar de Tolkien si quedara algo de resentimiento en él. Es muy revelador que en su mundo privado, en su creación personal, componga el nombre de su tutor usando raíces relacionadas con la libertad y la liberación. Esto, probablemente con más valor que cualquier declaración explícita, nos habla del papel que para Tolkien representó Francis Morgan, quien le rescató de los parientes que deseaban hacerle renegar del camino que inició su madre con su conversión al catolicismo y le acompañó en esta senda a lo largo de su vida.


[LA GRAN GUERRA]
La guerra comenzó en agosto de 1914 y sorprendió a Francis Morgan en España. Tras varios años de ausencia, que se debieron a las atenciones que dispensó a sus jóvenes protegidos en sus periodos vacacionales, regresó a España de manera consecutiva durante los veranos de los años 1911 a 1914. Justo en 1911 los hermanos Tolkien tomaban sus propios caminos, al iniciar sus estudios el mayor y comenzar a trabajar en Sussex el pequeño, lo que de algún modo le liberaba levemente de sus obligaciones.
En 1914, no obstante, existía una importante causa familiar que justificaba su presencia en España. El 25 de julio, su joven primo Antonio Osborne Guezala, hijo de su difunto tío Tomás Osborne Böhl de Faber, se ordenaba sacerdote e ingresaba en la Compañía de Jesús. El primero de agosto de ese mismo año celebraba su primera misa, siendo el lugar elegido para ello la iglesia de San Francisco de El Puerto de Santa María.
Según recoge la Revista Portuense a «Francisco Morgan y Osborne, religioso felipense», se le reservó el honor de ser el maestro de ceremonias de dicha solemne misa, en la que junto al nuevo sacerdote concelebraron otros miembros de la Compañía de Jesús. Tras la misma tuvo lugar un banquete familiar ofrecido por el Conde de Osborne (hermano del protagonista del acontecimiento) y en el que como parte de la familia fueron invitados los hermanos Morgan. Choca, de alguna manera, que esta noticia comparta la portada del periódico local con el bombardeo de Belgrado, una de las primeras acciones militares que tuvieron lugar en los albores de la guerra.
El regreso a Inglaterra debió de suponer toda una aventura para el ya maduro Francis Morgan, pues la entrada de Gran Bretaña en el conflicto (el 4 de ese mismo mes de agosto, cuando los alemanes invadieron Bélgica) no favorecía precisamente los desplazamientos por mar de los súbditos británicos. No consta que regresara a España durante el conflicto, algo que sí que hizo su hermano Augusto (quien por aquel entonces residía en Portugal y contaba con la ventaja de poderse desplazar por tierra).


[EL DEBER CUMPLIDO]
Todo sucedió durante una visita del Padre Morgan a Leeds a principios de los años veinte. Éste viajaba junto a Edith en el tranvía de regreso a casa tras haberle comprado un estimable presente a su antaño protegido. Se trataba de un queso de Camembert, una delicia gastronómica a la que Ronald Tolkien era muy aficionado pero que resultaba todo un lujo en aquellos tiempos pues se trataba de un producto especialmente caro.
Este tipo de queso alcanza su punto óptimo cuando está maduro, aunque en ese momento su olor es extremadamente fuerte y no demasiado agradable. El queso que había comprado era particularmente maduro y, por ello, especialmente oloroso. Hasta tal punto era potente e incluso desagradable su aroma, que, debido a él, el resto de pasajeros del tranvía lo fueron abandonando, de modo que finalmente sólo permanecieron en el vagón Edith Tolkien y el Padre Morgan, que regresaron casa con todo el tranvía para ellos.
Esta inocente anécdota permaneció en el recuerdo de la familia Tolkien que la repitió a lo largo de los años, al punto de que la versión de la misma aquí descrita está basada en una narración de Priscilla Tolkien, la hija menor de la familia, que no había nacido todavía cuando estos hechos tuvieron lugar.
De hecho, Priscilla Tolkien nació en 1929 en Oxford. Poco más de tres años antes de su nacimiento, la familia Tolkien había abandonado Leeds al quedar libre una plaza de profesor en Oxford, lo que constituía todo un éxito profesional y también un anhelo personal cumplido para el cabeza de familia. En Oxford continuaron las visitas y estancias más o menos largas del Padre Morgan. Ciertamente era una figura familiar de quien la propia Priscilla Tolkien tiene un vívido recuerdo como «un hombre muy alto, vestido con una larga capa y a pesar de su poderosa presencia y de la autoridad que desprendía era encantador conmigo que era una niña muy pequeña»


[EL DEBER CUMPLIDO]
Las visitas a Leeds y posteriormente a Oxford no eran un hecho excepcional, lo que demuestra su papel, en cierto modo, como patriarca de la familia. De hecho incluso en vacaciones su presencia era corriente y, sin ir más lejos, en 1928 había pasado con la familia de Ronald las vacaciones de verano en Lyme Regis, el lugar en que tantos veranos había compartido con sus protegidos cuando ellos eran unos niños. En esta ocasión incluso la biografía autorizada de Tolkien recoge como pese a su ancianidad dio pruebas de su característico desparpajo. John Tolkien, el mayor de sus hijos, recuerda, por ejemplo, como en aquel agosto de 1928 elaboró como por arte de magia un montón de malvaviscos sobre la cima de un hormiguero.
En cualquier caso es innegable que la desaparición del Padre Morgan (de la que se hablará detalladamente en el próximo capítulo) fue un hecho verdaderamente triste para las familias de sus protegidos. Tanto es así que Priscilla Tolkien, que nos ha servido de testigo de los acontecimientos cotidianos de la época en casa de los Tolkien, tiene un recuerdo muy claro de aquellos momentos pese a tener solamente seis años entonces. Unido a la anécdota de los cereales recuerda «la época en que se produjo su muerte y la tristeza que sentí en la casa y especialmente en mi padre, sin comprender en aquel momento a qué se debía».
Nunca se ha planteado de manera formal que esta aflicción unida a la que le produjo, unos meses después de la muerte de su protector, el inicio de la Guerra Civil Española (que, ya se comentaba en el prefacio, fue un pesaroso periodo para Tolkien) pudo influir en sus creaciones literarias de esta época. Por ejemplo, tras haber publicado El Hobbit, que aunque fue editado en 1937 había sido escrito a principios de los años treinta, Tolkien fue instado a escribir una continuación del mismo. Esta continuación se convertiría en El Señor de los Anillos, una obra que se tornó oscura y hasta cierto punto pesimista, al menos en comparación a su precuela, especialmente en los primeros capítulos que recogen el retorno de una temible sombra del pasado. Cierto es que en esta época sucedieron otros hechos pesarosos como la muerte de su antiguo compañero y amigo Eric Valentine Gordon pero, con ello, el abatimiento por la pérdida de Morgan no es un elemento a descartar respecto a su cambio de tono. Del mismo modo su obra más personal y que marca su plena madurez, el cuento Hoja de Niggle procede de este periodo, lo que tampoco debería considerarse como casual.

[LOS ULTIMOS AÑOS]
A la muerte de su hermano Augusto se complicó especialmente un asunto relativo a su herencia. Se trataba del la forma de hacer llegar su reloj (un reloj detradición familiar) a su hermano en Inglaterra. En esa época estaba muy restringida la posibilidad de sacarbienes o valores de España, de forma que la única manera de trasladar un objeto de valor como el reseñado, era llevándolo encima como si se tratara de una pertenencia personal. Francis Morgan escribió lo siguiente a su sobrino Antonio en una carta de mayo de 1933.
Es mucha bondad de tu parte tomar tanta molestia en cuanto al reloj y la cadena. Si de alguna manera pudieran ser traídos a Londres, algún amigo mío me los traería aquí. Esto podría hacerse muy fácilmente puesto que muchos amigos míos, y de los Padres, vienen de Londres aquí.

Mientras se resolvía el tema del reloj, en las cartas que cruzaba Antonio Osborne con su tío en Birmingham, éste le comunicaba su idea de ir a Inglaterra puesto que ya «tenía casi convencidos a sus padres». Pero finalmente su deseo parece que no se hizo realidad y el enviado de la familia fue otro sobrino, el hijo de Rafael Osborne Guezala: Rafael Osborne MacPherson. Rafaelito, que es como se le conocía por entonces, fue el encargado de hacerle llegar el reloj junto con el crucifijo que había pertenecido a Isabel.
A la muerte de Fancis Morgan este reloj fue heredado por el mayor de sus protegidos, J.R.R. Tolkien, quien lo conservó en su estudio durante toda su vida y en más de una ocasión fue capaz de repararlo a pesar de la antigüedad de su maquinaria. La familia Tolkien llamaba al reloj ‘el flip-flap’ porque indicaba la hora girando las figuras como si fueran las páginas de un libro mientras emitía un leve ruido zumbante. Tras la muerte de Tolkien, el reloj fue heredado a su vez por su hijo mayor John, quien falleció en 2003, sin que se sepa cual fue el destino del reloj.


[INFLUENCIA INTELECTUAL EN TOLKIEN]
Cualquiera que haya leído El Hobbit recordará perfectamente la lucha de acertijos que se entabla entre Bilbo y Gollum. No se puede negar que la adivinanza o la superación de pruebas mediante la resolución de acertijos ha estado presente de forma reiterada en la literatura heroica y medieval, con la que Tolkien ha manifestado explícitamente su deuda y su naturaleza inspiradora. Pero la orientación hacia un público infantil que Tolkien da a la peripecia de Bilbo Bolsón, y la complicidad que establece con los jóvenes lectores, recuerdan mucho a Cecilia Böhl de Faber, la famosa escritora, tía abuela de Francis Morgan.
Además, si se observan algunas de las propuestas de ésta en su recopilación Cuentos, adivinanzas y refranes populares publicada a mediados del siglo XIX, encontramos similitudes con las de Tolkien en El Hobbit. Por ejemplo, Böhl de Faber usa la siguiente adivinanza para describir el viento:
Vuela sin alas,
silva sin boca,
azota sin manos,
y tú ni lo ves ni lo tocas.

Mientras que Tolkien emplea la siguiente composición:
Canta sin voz,
vuela sin alas,
sin dientes muerde,
sin boca habla.

El propio Tolkien comentó en una de sus cartas lo mucho que habría que investigar acerca de las fuentes y las variantes de los acertijos de El Hobbit. El hecho es que Douglas A. Anderson, editor de El Hobbit Anotado emprendió una tarea en este sentido y encontró el origen de siete de los nueve acertijos. A propósito del acertijo sobre el viento señala:
No me ha sido posible encontrar un acertijo que se parezca a éste. Aunque en los acertijos tradicionales sobre el viento suelen encontrarse los elementos “vuela sin alas” y “habla sin boca”.